miércoles, 10 de octubre de 2012

El tablero de Oriente Medio




El asunto de Oriente Medio lleva de fondo la esquela del anuncio de la muerte y de la conmemoración en brazos de la tristeza.

La bellísima Siria, cuna de milenarias historias y de monumentales piedras, de etnias y de lenguas, de maestros en la cultura y cabeza del Islam, está atrincherada en su propia sangre.

El ánimo de quién escribe se siente profundamente dolido porque sé que mis letras no van más allá de una amable y rápida lectura de quienes me honran con sus ojos puestos en las letras que van al ciberespacio.
Tiempo ha que guardo silencio acerca de lo que atañe a mi otra identidad. No es olvido, al contrario, es el resultado de la parálisis resultante de los impactos sucesivos que se han dado en llamar Primavera Árabe y que ahora, visto lo visto con el tinte rojo de la sangre, se ha transformado en un frío y gélido Invierno.

Aquellos que se frotaban las manos pensando que en la centenaria sociedad árabe coránica era posible el milagro de la conversión a una sociedad democrática deben estar repensando mucho su apoyo si es que realmente no era esa su finalidad.

Los sátrapas que han dominado y aún dominan las sociedades meso orientales no dudan en cambiarse de vestido para dar la imagen que conviene a los intereses de los adalides de la democracia a la occidental. Es un bastardo intercambio de intereses.

Pero el asunto tiene una especial y gravísima relevancia cuando la pretendida transformación se hace a través de plazas de la Libertad, de calles estrechas, y de desiertos convirtiendo sus secanos cauces en borbotones de sangre. Todos hemos aplaudido el ansia de libertad y la búsqueda del desterramiento de los líderes caudillistas que ha llevado a cabo la sociedad árabe. Y yo el primero que besa la tierra que está a los pies de quienes ansían la libertad.

Pero también dije en su momento (cfr. “Libertad: morir para no disfrutarla”) que el espacio que se desocupaba estaría llenándose de preceptos coránicos para el gobierno de la sociedad civil. La deseada división de poderes, al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios, es demasiado compleja para asestar de un plumazo la separación de ambas. Y siendo así en la sociedad occidental, avanzada según parece, que no será en una sociedad que se ha anclado en el medioevo.

La injusta generalización nos llevaría a la reflexión de que esta situación es irremediable pero es ocioso obviar la riqueza cultural de arabismo. Evidentemente los más avezados alumnos en democracia son los que deben tirar del carro hacia la libertad y crear nuevos modos de gobierno.

La manera y fórmula para llegar a la deseada transformación se ha demostrado ineficaz y pone de manifiesto la evidente hipocresía y falsedad conductual de los dirigentes occidentales. Es “magnífico” dirigir, y que la sangre, a lo que se ve, la pongan otros.

Los miles de cadáveres amontonados en las calles de las ciudades árabes es una bofetada a la conciencia que aún le pueda quedar a la maltrecha y estúpida ONU con su secretario general a la cabeza que, por razones de etnia y otras, aún no ha abierto los ojos.

Entiendo, en la medida que sea capaz de hacerlo, que llamar la atención al ladrador gritando más que el es una pérdida de tiempo y una sinfonía de cantos a la luna. Ítem más, al perrito que muerde no se le puede responder mordiéndole y desde luego sigo aferrado al viejo dicho que ahora pongo en interrogación: “¿Merece la pena morir para no disfrutar la Libertad

La ensangrentada Siria, los millares de inocentes que han caído, Irak,- de la que ahora el Fondo Monetario Internacional coloca a la cabeza de los países con mayor crecimiento económico, claro partiendo de cero-, la eterna Palestina, maltratada injustamente y sin reparación, Egipto, Libia, Túnez, etc., todas ellas claman por la Libertad y Dignidad de sus gentes lastimosamente encordadas por satrapías regias, militares o por la liberadora creencia religiosa. Cambiamos una por otra pero no alcanzamos la plena libertad y es que del Medioevo a la época contemporánea no se puede ni se debe obviar el largo camino del tiempo.

Siempre se habla de Oriente Medio como de un tablero de ajedrez. Sabemos quienes son los peones.
Lo cierto es que al final de la partida reyes y peones van a la misma caja.

PALESTINA