DE
AQUÍ Y DE ALLÁ
Publicado en:
ElDiario.es/CanariasAhora
Canarias Noticias
Telde Actualidad
Blog de Marisol Ayala
La Provincia
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La Provincia
¡Que
me la quitan de las manos!
Por
Carlos Juma
Desde
cualquier confín de nuestro país se oye, voz en grito, la llamada
de los vendedores de mantas en verano, ¡que me la quitan de las
manos! o el sutil llévese usted este ramito de flores.
Apostados
en el mercadillo de baratijas, con el inmisericorde sol y polvareda,
calientan las gargantas de tantos para ofrecer su producto volátil,
regalo de un día cada cuatro años.
Y
hete aquí que, a modo de milagro, te inundan con ofertas que dónde
había carestía ahora hay saldos maravillosos a precio de un simple
papel relleno de nombres que no los conoce ni el autor de tan
famélica lista.
No
puede uno menos que maravillarse ante este mercadillo de luces, lleno
de esbozadas sonrisas, y resulta del todo misterioso, que aquellos
que fueron pisoteados en sus derechos, desinstalados de sus salarios
o arruinados por unos impuestos de lujo sean ahora alabados por sus
sacrificios como si se tratara de una conducta voluntariamente
aceptada por el pueblo, diz que soberano.
Sin
duda alguna, a la menor reflexión crítica, asalta la consideración
primera que no es otra que ¿no son estos los mismos de antes, los
que se han llevado los mejores avances de nuestra España, los mismo
que afirmaron que no la conocería ni la madre que la parió? ¿los
ofertantes serán seres de otras galaxias?
Pues
no, resulta que son hijos de la Vía Láctea, de esa misma que
proporciona leche sin fin, la que te adormece en el pesebre de los
favores, la que repudia, como buen perro, comer carne de perro, la
que dicta el cuerpo a tierra que vienen los nuestros o aquello de que
no hay peor cuña que la del mismo palo.
Los
hipnotizadores logran dormir al pueblo a través de los mil y un
circos de gladiadores, de incontables novelas y de sangrientos cruces
de murmuraciones y falsos testimonios. La entrada en escena de jueces
de lo divino y humano flagelados por sus ataduras al poder de los
regidores de la cosa pública, le dan al escenario ese tinte negro
tan necesario en el tanatorio de la corrupción.
Y ya
puestos en escena, el griterío de los encantadores de serpientes
tropieza descaradamente con la cara incrédula de tantos y tantos
hijos de la coneja Hispania, asombrados por la fragilidad de la
memoria reciente y lejana de los predicadores.
Ya
decía don Francisco de Quevedo que “nadie ofrece tanto como el que
no va a cumplir”.
Pareciera
que una oleada de polvo del desierto haya borrado los recuerdos de
tantas promesas hechas tan sólo cuatro años atrás. Y es que este
deterioro cognitivo es de extrema gravedad. España va bien, según
para quién.
Más
nos valiera acceder a la biblioteca de las promesas y leerlas
detenidamente.¿A quienes se les puede confiar el gobierno de la cosa
pública? ¿La respuesta es que son todos lo mismo, los de antes y
los de ahora, los viejos y los nuevos? El placer adictivo del poder
es superior a cualquier otro y quienes lo degustaron no están
dispuestos a cederlo y quienes lo acarician harán malabares sin fin
para obtenerlo.
El
espectacular harakiri de las cortes franquistas dio paso a una
modélica transición política. ¿Cuantos diputados estarían
dispuestos a llevar a cabo el anhelo de la ciudadanía actual? Los
leones del Congreso son inmóviles piedras a las que habrá que
darles el aliento de la vida.
Permítame,
distinguido lector, el modesto placer de la indignación y que cada
cual apueste por las piedras o por la vida.