martes, 28 de abril de 2015

¡Que me la quitan de las manos!



¡Que me la quitan de las manos!
Por Carlos Juma

Desde cualquier confín de nuestro país se oye, voz en grito, la llamada de los vendedores de mantas en verano, ¡que me la quitan de las manos! o el sutil llévese usted este ramito de flores.

Apostados en el mercadillo de baratijas, con el inmisericorde sol y polvareda, calientan las gargantas de tantos para ofrecer su producto volátil, regalo de un día cada cuatro años.

Y hete aquí que, a modo de milagro, te inundan con ofertas que dónde había carestía ahora hay saldos maravillosos a precio de un simple papel relleno de nombres que no los conoce ni el autor de tan famélica lista.

No puede uno menos que maravillarse ante este mercadillo de luces, lleno de esbozadas sonrisas, y resulta del todo misterioso, que aquellos que fueron pisoteados en sus derechos, desinstalados de sus salarios o arruinados por unos impuestos de lujo sean ahora alabados por sus sacrificios como si se tratara de una conducta voluntariamente aceptada por el pueblo, diz que soberano.

Sin duda alguna, a la menor reflexión crítica, asalta la consideración primera que no es otra que ¿no son estos los mismos de antes, los que se han llevado los mejores avances de nuestra España, los mismo que afirmaron que no la conocería ni la madre que la parió? ¿los ofertantes serán seres de otras galaxias?
Pues no, resulta que son hijos de la Vía Láctea, de esa misma que proporciona leche sin fin, la que te adormece en el pesebre de los favores, la que repudia, como buen perro, comer carne de perro, la que dicta el cuerpo a tierra que vienen los nuestros o aquello de que no hay peor cuña que la del mismo palo.

Los hipnotizadores logran dormir al pueblo a través de los mil y un circos de gladiadores, de incontables novelas y de sangrientos cruces de murmuraciones y falsos testimonios. La entrada en escena de jueces de lo divino y humano flagelados por sus ataduras al poder de los regidores de la cosa pública, le dan al escenario ese tinte negro tan necesario en el tanatorio de la corrupción.

Y ya puestos en escena, el griterío de los encantadores de serpientes tropieza descaradamente con la cara incrédula de tantos y tantos hijos de la coneja Hispania, asombrados por la fragilidad de la memoria reciente y lejana de los predicadores.
Ya decía don Francisco de Quevedo que “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”.

Pareciera que una oleada de polvo del desierto haya borrado los recuerdos de tantas promesas hechas tan sólo cuatro años atrás. Y es que este deterioro cognitivo es de extrema gravedad. España va bien, según para quién.

Más nos valiera acceder a la biblioteca de las promesas y leerlas detenidamente.¿A quienes se les puede confiar el gobierno de la cosa pública? ¿La respuesta es que son todos lo mismo, los de antes y los de ahora, los viejos y los nuevos? El placer adictivo del poder es superior a cualquier otro y quienes lo degustaron no están dispuestos a cederlo y quienes lo acarician harán malabares sin fin para obtenerlo.

El espectacular harakiri de las cortes franquistas dio paso a una modélica transición política. ¿Cuantos diputados estarían dispuestos a llevar a cabo el anhelo de la ciudadanía actual? Los leones del Congreso son inmóviles piedras a las que habrá que darles el aliento de la vida.

Permítame, distinguido lector, el modesto placer de la indignación y que cada cual apueste por las piedras o por la vida.


miércoles, 22 de abril de 2015

La Justicia y el del Sombrero: Una Reflexión acerca del Corporativismo

Por Carlos Juma

Los actos contrarios a la moral, a la ética, a la deontología y a las normas imperativas de la Ley, profanando su sagrado carácter, rebasando el simple descuido, no pueden ni deben quedar impunes por el llamado corporativismo. No importa quién sea el actor y quién el damnificado.

La moral  concierne al fuero interno o al respeto humano; es lo relativo a las acciones de las personas o sus caracteres desde el punto de vista de la  bondad o de la malicia (RAE).  La ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana y  no está sujeta al ordenamiento jurídico. La deontología es la ciencia o tratado de los deberes que está custodiado por los Colegios profesionales.
Hay asuntos ética y deontologicamente reprobables por más que a ellos no llegue la legalidad vigente. Pero no es esto lo que acontece en nuestra sociedad porque cualquier acción contra un colegiado que deba ser estudiado con rigor al amparo de las normas deontológicas, concluye  casi siempre en el archivo libre y sobreseimiento de las actuaciones.
Los colegiados sin escrúpulos caminan por el filo de la navaja. Se amparan en los favores debidos, en los antecedentes de raigambre familiar o sencillamente en el  miedo que despiertan por su notoria conducta majadera y torticera.

El silencio de la sociedad unas veces, la sordera de los llamados a la observancia del bien público, e incluso más, los que debiendo impartir justicia se colocan en la línea quebrada de la interpretación sesgada de la conveniencia, hacen posible que los sujetos de conducta delictuosa, etiquetados moral y éticamente como faltos de integridad, consigan aplausos para sus golferías. En las esquinas quedan la moral, la ética y la deontología lamiéndose las heridas.
No me gusta la palabra mafia pero su existencia es innegable, el pago de favores, la contraprestación de dictámenes, el arreglo fuera de los cauces de la justicia, es exactamente lo mismo que tener un cadáver ensangrentado en el suelo , el asesino con el cuchillo en las manos, y al amparo del corporativismo, concluir que el delincuente no puede ser condenado por un defecto de forma en la denuncia o porque el delito prescribió. Pero el delito existió, exclamó aquél. ¡Cosas veredes Mio Cid!
 Señor Juan Carlos I, Rey: La Justicia no es igual para todos ni todos somos iguales ante la Ley.
La relevancia social del imputado, sea quién sea, si lo está por actos ligados al ejercicio de su profesión, indigno de ejercerla, llama al corporativismo de manera inmediata y este le responde tapándose la nariz y llenando los estercoleros de la sociedad de conductas de nula catadura moral en su sentido más estricto. Ya sabemos de los maestros de las frases publicitadas: “dejemos correr el tiempo, ya se olvidaran del asunto”.

Callar es tan grave como delinquir, la complicidad lleva a la injusticia.

Otros profesionales, especialmente de la medicina, con abundantes nexos de causalidad en sus conductas presuntamente  negligentes gozan de la impunidad de sus actos con resultados de agravamientos de enfermedades y de muerte.
Y esto no puede ser estudiado por un grupo de gaviotas, ni es admisible que el colegiado que comete actos  delictuosos quede expedientado por otras tantas gaviotas, es decir, todo queda  en un simple graznido. Y de la Ley y su capacidad de penalizar, ¿qué hay?

En esto sabemos de la pobre valía de los Colegios Profesionales, dicho de otra manera, de su Corporativismo. “Hoy por ti, mañana por mí”. “Perro no come carne de perro”.
 Por cierto, ¿veremos un colegio profesional de políticos? ¿No han hecho de la política su profesión?

Derecho y Medicina son licenciaturas que por su especial relevancia social han  quedado enmarcadas en la obligatoriedad de la colegiación para su ejercicio profesional. Y debemos suponer que estos colegios están para garantizar la actuación de los colegiados acorde con las normas deontológicas. Es sólo una suposición, desde luego.

Todos somos hijos del error, pero de ahí a la soberbia, al desprecio, a la negativa a escuchar y a la conducta maliciosa, negligente, dolosa y  fraudulenta, al desprecio de la pobreza mental, al enriquecimiento ilícito y al corporativismo que lo ampara, dista un abismo.
Los ladrones se cubren la cara para cometer sus inicuos actos. Y hay quienes con la cara descubierta se tapan la cabeza con un sombrero para evitar el hedor de sus repugnantes actos profesionales. 
Tienen adquiridas las ventajas del  escapismo y son auténticos camaleones. Ciertamente la verdad dura un instante más y la paciencia todo lo alcanza.
No está en mi ánimo ni es mi profesión,  impartir justicia ni sobrevolar el bien y el mal, pero ello no obsta para buscar y amar la Justicia, defender a los pobres mentales, a los dolientes,  a las víctimas del corporativismo de abogados y de médicos,- por señalar las profesiones colegiadas socialmente más relevantes-,  para levantar la voz y la pluma, y poner al descubierto la parte de verdad que conozco. Las máscaras tienen su tiempo en carnavales pero no todo el tiempo es carnaval.
Mientras haya medios de comunicación social y un periodismo valiente y de raza podremos tener la garantía de una sociedad sin mascarillas ni sombreros. Y la Justicia, - que está llamada a la independencia-,  no debe olvidar el deber de tutela efectiva de los ciudadanos sobre todo de los  más desvalidos, menores e incapacitados entre ellos.
DEDICADO AL ABOGADO, ALBACEA, COMISARIO, CONTADOR Y PARTIDOR, SAQUEADOR DEL PATRIMONIO DE UNA HEREDERA INCAPAZ
Reeditado: 22 de abril de 2015

albacea?

06 de marzo de 2012

Menor y relaciones consentidas




Menor y relaciones consentidas
(a propósito del caso Salobral)
Por Carlos Juma


El asesinato de una niña de trece años a manos de su pareja  reabrirá el debate acerca de lo legislado sobre la validez  del consentimiento prestado para relaciones sexuales en  menores de esa edad.

Una vez más veremos emanar leyes a cogotazos, muestra impúdica de la nula capacidad de proyección de futuro a corto y medio plazo de las señorías de escasa entidad intelectual que han ocupado ú ocupan escaño en el Parlamento de España.


Una menor de trece años por más que lo quieran colorear,  es una niña, una  preadolescente o una adolescente muy temprana, a la que fácilmente se la podría llevar al engaño del placer de los sentidos, tan a flor de piel en cuanto que aparece la menarquia o al enamoramiento ciego, y sucumbir en la red de la pasión desenfrenada.
Sigue siendo una niña y alcanzaría su plena madurez cuando confluyan factores conductuales que den armonía e invistan de una personalidad definida a la pequeña, entonces ya,  convertida en mujer madura.

La osadía es tremenda cuando el legislador, al que se le supone que cuenta con respaldos técnicos y de toda clase de ayudas para afinar en la enunciación de sus leyes, traza la marca mágica de los trece años para mantener relaciones sexuales consentidas y por tanto exentas de responsabilidades penales para el socio. Ya no sería un abuso de menores.


¿Qué parámetros  se establecen para trazar la peligrosa línea de los trece años para esta conducta? El daño que se le causa y las previsibles consecuencias son enormes. ¿Y qué hay de la patria potestad?

No se trataría, en este caso de relaciones supuestamente consentidas,  de una conducta delictiva; pero partiendo no sólo  en cuanto al hecho sino  en cuanto al tiempo,  si esa relación se lleva a cabo cuando la menor tiene algo menos de trece años se trataría de un abuso sexual susceptible de ser penado. Vaya, cuestión de días.

Nuevamente, la mera consideración de la complejidad de la conducta humana hace imposible, desde mi punto de vista, asignar responsabilidad penal o liberar de la misma, en base a un simple criterio biológico. De la misma complejidad conductual debe inferirse una legislación que contemple además de referencias biológicas la maduración cerebral del individuo.
Repugna la acción, aún siendo consentida, sobre una pequeña de trece años.

¿Diríamos lo mismo si la asesinada fuera hija de un político, de un juez, de una persona relevante socialmente?

Siguen  legislando a patadas sin que se atisbe el menor asomo de adelantarse a conductas individuales y sociales por parte de esta denostada clase política actual.

La conducta humana, reitero que es sumamente compleja, y la tipificación de sus actos merece tener en cuenta, en lo que a este tipo de relaciones sexuales consentidas se refiere, de que se asocie a la edad cronológica la edad mental y se establezcan las variables conductuales precisas.
¿De qué sirve el ejercicio de la tutela y de la patria potestad?

Si se supone que  los dieciocho años significan edad adulta y madura, ¿cómo es posible que a los trece años se le suponga madurez y criterios válidos para consentir una relación sexual?
¿Es también válido el consentimiento otorgado por el menor para ser sometido a penetración anal a  los trece años de edad?

Más convergentes serán la madurez y edad cronológica cuando ésta supere los dieciocho años. Eso, como mal menor.

De un cogotazo elevarán la edad de una niña para mantener relaciones sexuales consentidas a los dieciséis años, a buen seguro, mirándonos en los franceses,

No debemos criticar  otros pueblos en los que  las niñas se casan con trece o menos años. Debemos hacer un serio ejercicio de reflexión en este asunto y no tirar primeras piedras.

25 de octubre de 2012

Médico Neurólogo y ex profesor-tutor de FF.BB. de la Conducta (UNED)

jueves, 16 de abril de 2015

La náusea de la corrupción


Publicado en:
En Eldiario.es/canariasahora
En La Provincia
En Canarias Noticias
En Telde Actualidad
En el Blog de Marisol Ayala


La náusea suele ser la antesala del vómito, puesto que sabido es que no todos los vómitos se preceden de ese repugnante pródromos ni todas las náuseas se siguen de aquesta convulsión digestiva.

De las diversas clases de mentiras se puede escribir un tomo con significados y significantes, desde la mentira pura hasta la ausencia de la verdad.

En su momento, sentado en el avión hacia los Estados Unidos de América, me llamó poderosamente la atención que respondiera por escrito si realmente tenía la intención de cometer un atentado terrorista. Entre la risa sardónica y la incredulidad contesté, evidentemente, que no.

Habrá que entender la pregunta al hilo de la idiosincrasia de los ocupantes de aquellas tierras. La mentira te coloca en una situación muy grave en el sistema judicial de aquel hermoso país norteamericano.

Mentir es una cosa muy fea, mentir ante un juez debería llevar a la cárcel al mentiroso pero en España, mentir te sale gratis.

Desde jueces que aceptan la mentira en un procedimiento civil y no se les cae la cara de vergüenza hasta aquellos otros que muestran una evidente indiferencia por la condición del justiciable, -y aceptan pulpo como animal de compañía-, cabe hasta mentir en tu propia defensa en un procedimiento penal.

Hay sujetos que han pasado años de su  penosa existencia indicando que se debe hacer o no, que beber o no, que declarar o no, y así un variopinto arco iris en el que caben fariseos, publicanos, sepulcros blanqueados, la incorrupta mano de santa Teresa y los discursos de políticos en campaña electoral.

Nuestra querida España, maltrecha por los clanes familiares de defraudadores de la cosa pública que no dudan en ir a oficios religiosos, dar limosna y mandar al César al palo mayor del bergantín, no se merece esta clase de personajes cantores de la primavera electoral. 

Tal es la asimetría, la desproporción, la virulencia con que se enfrentan la sufrida clase media y los "economicamente débiles" a los defraudadores.

Los que viven por y para la política, enquistados en siglas que les dan de comer y proveen su presente y futuro, parecen centrarse en la dinámica del cambiemos todo para que todo siga igual.

Ah, claro, no todos son iguales, dirán los encastados, y así estaremos una y otra vez en el inmovilismo más castrante porque una de dos, o quién entra en política se tapa decididamente la nariz o ante tal fétido olor recoge velas y se vuelve a casa con la decepción en la cara. Diz que “nos ha faltado piel”. Más bien te sobra “cara”.

¿Merece pues la pena la apuesta por un cambio en los gestores de la cosa pública y dar una oportunidad a las nuevas generaciones? Ya lo hemos vivido antes con los centenares de promesas incumplidas. ¿Sería distinto ahora o es que debemos admitir que la mentira es consustancial al ser humano? ¿De qué nos valdría la moral, la ética y la deontología?

Está claro que cualquier apuesta por un cambio conlleva la vuelta a las posiciones más recalcitrantes de quienes han "chupado" (en su doble acepción coloquial) poder y han pasado de ser Pepito el carabobo a don José el concejal, aun cuando ya se sabe que la mona aunque se vista de seda, mona se queda.

En esto sabemos que el tiempo no cambia a las personas, sino que sencillamente les quita la máscara y el bueno se ennoblece con el tiempo y el malo se agria. ¿Habrá que dar tiempo al tiempo?

Decía  que una verdad cuesta mucho trabajo decirla pero el esfuerzo de mantener una mentira te puede llevar una vida para que al cabo se sepa que todas las mentiras tienen las patitas muy cortas.

El sistema funciona tan y tan bien que el importe de lo defraudado, de lo indebidamente apropiado, de lo robado, de lo saqueado, no se devuelve porque o se convierten de ricos-ricos en insolventes o porque han alzado sus bienes.
Llevarlos a la cárcel, encadenarlos con gruesas bolas de plomo un tiempo que tiene su fin anunciado es una ridiculez que agradece el pueblo pero no debemos olvidar que en ese tiempo de prisión estos impresentables están siendo alimentados con el dinero de todos. Y de lo apropiado tararí que te ví.

La mentira está instalada en el sistema y la violación de la molinera también.
-¿me quiere usted hacer creer que este enano la ha violado a usted, una mujer de dos metros?¿Como es esto posible?
-vaya, sr. juez, es que yo me agaché un poquito, contestó la molinera.

Cuando el sistema no quiere condenar a un ciudadano defraudador de la verdad, no lo condena. Se buscan las mil y una maneras de hacerlo y cuando quieren penalizar un robo de  supermercado aplican lo que haya que aplicar.

Se le da tiempo al gran defraudador para que esconda lo defraudado y  asestándole un cogotazo dar la impresión de que no hay amigos que valgan ante la corrupción. Quiero creer que es verdad pero sólo cuando el canto es un grito actúa la justicia. Que me digan cuantos ex ministros de Aznar están imputados en sendos procedimientos judiciales.

La indignación no basta ante tanta mentira y corrupción; ya está sobrepasada. El mecanismo de alivio es el vómito ante tan esperpéntico y nauseabundo dolor de cabeza.


jueves, 2 de abril de 2015

DE LA "JAPUTA" A LOS ALPES

DE AQUÍ Y DE ALLÁ
De la Japuta a los Alpes

Hace casi un año escribía esto. Dicho quedó y se confirma que este tipo es  un "joputa", tiempo después.(13-marzo-2016)

La japuta, conocida como palometa, es un pez, pero el “joputa” es una variedad del ser humano que tiene una idea obsesiva de hacer el mal, planificarlo y llevarlo a cabo con una destreza megalómana de perfil alexitímico, inexpresivo, carente de emoción o sentimientos.

Mucho se ha escrito sobre la conducta del copiloto de Lufthansa que ha llevado a la inmolación a ciento cuarenta y nueves personas más. Y seguramente continuará.

Los límites entre la psicopatía, entendida como enfermedad mental, y la conducta asesina no están establecidos, ni creo que lo estén; congresos, simposios, reuniones no han sido capaces de establecer la línea roja entre enfermedad e inimputabilidad de acciones terroríficas como la que hemos vivido con inmenso pavor en fechas recientes.

No me encaja una situación de depresión con la magnitud del asesinato llevado a cabo por el miserable copiloto de aviación. Se podría comprender que deseara el suicidio y se extinguiera sólo y exclusivamente este personaje pero llevarse por delante a los pasajeros de aquel vuelo sólo lo veo a la luz de quién quiere decirle al mundo “urbi et orbi” que estaba lleno de ira y de frustración contra todo y puede que, finalmente, su oscuro deseo fuera la propia compañía aérea en la que trabajaba.

La justificación de lo que no tiene justificación alguna no ha lugar. La explicación a través de enfermedad mental me parece que es una manera de suavizar la inherente y gravísima responsabilidad que recae sobre el autor de esta masacre.

Demasiado buen aspecto, ningún perfil que hiciera sospechar que incubaba una depresión, y quién sabe si realmente sus partes de baja médica no eran más que el juego sucio de quién accede a los servicios médicos escondiendo su miserable objetivo de destruir la compañía aérea, vaya usted a saber si por asuntos laborales, amenazas de despido, frustración, etc. simulando una melancolía y/o un trastorno grave de ansiedad, cuyos síntomas son fáciles de obtener en internet o en cualquier libro de Medicina y aplicárselos.

No sería el primer individuo que miente más que habla, capaz de aprender rápidamente y poner en marcha todo el repertorio de síntomas muy bien hilvanados. Eso se llama engaño, y el maestro del engaño revienta cuando se ve acosado por la verdad.

Mientras duró el engaño vivió lindamente pero no me extrañaría que alguien pusiera en entredicho su conducta o le destapara sus miserias; con ello bastaría para reventar en un estado de cólera que, como buen simulador, escondería hasta llevarlo al objetivo que finalmente perseguía: reventar a Lufthansa y que peor manera de hacerlo como la elicitada por el copiloto.

Desde luego, la japuta es un pez, pero hay sujetos malnacidos, sin duda de madre santa, que revientan su ira y frustración llevándose por delante la inocencia de ciento cuarenta y nueve seres humanos indefensos, y esos se llaman “joputas”. Mucho me recuerda al modus operandi de los ataques suicidas con bombas. ¿El sujeto que los lleva a cabo es un depresivo, un ansioso, un psicópata? La ira, la frustración, la desesperanza llena el saco del acto suicida contra sí y contra inocentes tiñendo de rojo el blanco suelo de Los Alpes.


Se me ocurre como una opinión más pues también sucede aquí como allá.

PALESTINA