DE
AQUÍ Y DE ALLÁ
El
vuelo del burro
por
Carlos Juma
Ante
tanto desdén de los maniobreros y gente de vivir insano, sentencias
judiciales incomprensibles y desvaríos políticos, ¿Dónde está la
respuesta? La respuesta está en nuestras manos.
La
Justicia, soporte vital de la democracia, presenta heridas sumamente
graves y la desproporción y asimetría con que se adorna conduce a
la melancolía. La frustración como inductor de la depresión
social.
Me
refiero a las sentencias que hemos conocido en estos días, dictadas
no sólo al amparo del conocimiento de la ley que debe tener el
juzgador sino de la voluntariedad de su aplicación.
El
rigor con que se debe castigar de manera proporcional al que delinque
es tan variable como lo pueda ser el ánimo del juez que dicta la
sentencia, muchas veces influido por presiones y maniobras
absolutamente deleznables a las que debería plantar cara y
denunciarlas. De todo hay, claro está.
Campeamos
por el bosque frondoso del amiguismo, de la línea roja de la
prevaricación, de la personalidad del reo. Por ser Vos quien sois, Alteza.
No es
cierto que la Justicia es igual para todos, dígase que es lo
deseable, pero la aplicación de la norma no es en absoluto igual
para todos. Que una cosa es la una y otra la otra.
La
corrupta conducta por la que se menosprecia el bien común se soporta
en decisiones judiciales lamentables, de calibre vergonzante, que
dejan enmudecido al pueblo,-diz que soberano-.
¿Y a
quién debemos mirar, a quién exigirle que se castigue al
delincuente de manera proporcional y justa, con rapidez y diligencia?
La
capacidad de soportar esta anómala situación con el silencio de los
sepulcros debe terminar cuanto antes, y para ello, de los soportes de
la democracia, hoy por hoy, parece que las únicas voces que expresan
con valentía la denuncia están en el periodismo desafiante, ajeno a
las líneas editoriales amarillistas, amparados en la independencia
de su ejercicio. ¿Primum vivere deinde philosophari?
La
voz de un pueblo tiene en los medios de comunicación social el mejor
camino que nos resta para expresar nuestra indignación.
Importa
mucho "no callar", no acunarnos en el silencio cómplice,
hay que gritar aunque sea en el desierto.
Siempre
hay quién se haga eco de las palabras, siempre hay un juez valiente,
justo y sabio, siempre hay un buen servidor de lo público, siempre
hay un político honesto, siempre hay gente de bien.
A
ellos debemos apelar y luchar juntos por una sociedad transformadora
que permita enfocar el presente y el futuro con la seguridad y
dignidad que merecen nuestros hijos.
No
quisiera yo tener el epitafio del cantautor que para sí quiso: "
A la mierda", una sentencia atronadora, expresión pura de la
depresión que puede embargarnos.
Prefiero
seguir gritando hasta la afonía junto a tantos otros que claman por
un mundo mejor.
En la
Justicia, ¿los burros vuelan?
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