martes, 17 de junio de 2014

MANUEL MARRERO ALMEIDA SILLAS VACÍAS






Te has ido, ¿ verdad Manolo?

En CanariasAhora.es
En Canarias7
En La Provincia
Entrevista en La Provincia

Sillas vacías
(A Manolo Marrero)



Un manto de tristeza se abatió sobre la esquina de aquella mesa. Los recuerdos se abren paso a medida que las palabras salen como un murmullo apenas perceptible.

Las sillas vacías que antes fueran asiento de risas y carcajadas, de bromas y regates cortos parecen inclinarse sobre la memoria en el afán de poner certeza de que no estamos ante un sueño. Y ciertamente es una realidad.

No suena el teléfono ni hay cartas de felicitación con su membrete. Nada atrae a las entrañables conversaciones de lo más variopinto de nuestra sociedad y los rincones de aquella empresa se llenan, en la enredada tela de araña,- aún fresca-, de apretones de manos y abrazos cordiales.
Recordar es poner el corazón de nuevo en los momentos vividos.

El carácter afable del anfitrión, su cercanía y amplia sonrisa se adornaban con sus inquietas manos y el vaivén de sus piernas.

Este año, como todos los pasados y venideros, finaliza con el recuento de fechas para celebrar y otras para conmemorar.

Nos resistimos al tránsito y preferimos entrar en un profundo sueño, en la ausencia del dolor, en no molestar ni ser molestados pero inevitablemente estamos abocados a despojarnos de esta suma de carne y huesos.

Manolo Marrero y yo compartíamos la proximidad de nuestras sillas en la mesa que reúne mes a mes a tantos contertulios. Esquinados y cerca de las puertas,-por aquello del humo de cigarrillos-, nos divertíamos en la complicidad de nuestras vivencias de niños en nuestro Puerto querido, en los años adolescentes futboleros y en el reencuentro, tantos años ha, en la tertulia que hoy lleva su nombre. Bromeábamos con mi identidad palestina y canaria y así llenábamos ese intransigente silencio inicial de los encuentros.

Sabía, por esa condición de médico, que los días iban demasiado deprisa y el irrefenable parón estaba muy cerca. Más no por ello, ni él ni yo regateamos la  alegría del encuentro en aquella habitación plena del calor de sus seres más queridos.

¿Con qué se puede llenar la ausencia? No merece la pena el intento de colmar un agujero negro, antes al contrario, nos atrae con esa fuerza imantada del afecto y nos entregamos sin resistencia a los momentos del recuerdo más querido.

Que sepas, mi querido Manolillo, de mi leal amistad, de mi sincero sentimiento de cariño envejecido por el tiempo, acunado y acrecentado en el fuego de tantas tertulias.
Aquellos arrebatadores "incisos" se hicieron entre nosotros como una majadería de lo más simpático y queda como banderín de enganche de solemne juramento de los viejos y nuevos tertulianos.

Hace años que la crisis económica en la que estamos instalados no permitió los encuentros del treinta y uno de diciembre, aquellos cócteles de magnífico gusto que reunía a tropecientas personas.

Convendría que de ser el estómago una víscera agradecida te diera las gracias pero no es el aparato gástrico quién se acerca a tu memoria sino el cerebro y el corazón de quienes, como yo, invocamos los mejores momentos compartidos en el más puro ejercicio de memoria.

La silla de la esquina está vacía como tantas y tantas que lo estarán en estos días entrañables en tantas otras mesas.
Sin embargo, me atrevo a brindar por ti, por lo vivido y por lo que nos reste de estar en este jueves.

Que no nos amarguen los recuerdos. Conviene discernir qué tiempo pasado hay que dejar atrás y cual no. Hoy esbozo una sonrisa.
Si, una sonrisa, poniendo la memoria y el afecto en los momentos vividos, recordándote amigo mío, Manolo Marrero.








MANUEL MARRERO ALMEIDA SILLAS VACÍAS






Te has ido, ¿ verdad Manolo?

En CanariasAhora.es
En Canarias7
En La Provincia
Entrevista en La Provincia

Sillas vacías
(A Manolo Marrero)



Un manto de tristeza se abatió sobre la esquina de aquella mesa. Los recuerdos se abren paso a medida que las palabras salen como un murmullo apenas perceptible.

Las sillas vacías que antes fueran asiento de risas y carcajadas, de bromas y regates cortos parecen inclinarse sobre la memoria en el afán de poner certeza de que no estamos ante un sueño. Y ciertamente es una realidad.

No suena el teléfono ni hay cartas de felicitación con su membrete. Nada atrae a las entrañables conversaciones de lo más variopinto de nuestra sociedad y los rincones de aquella empresa se llenan, en la enredada tela de araña,- aún fresca-, de apretones de manos y abrazos cordiales.
Recordar es poner el corazón de nuevo en los momentos vividos.

El carácter afable del anfitrión, su cercanía y amplia sonrisa se adornaban con sus inquietas manos y el vaivén de sus piernas.

Este año, como todos los pasados y venideros, finaliza con el recuento de fechas para celebrar y otras para conmemorar.

Nos resistimos al tránsito y preferimos entrar en un profundo sueño, en la ausencia del dolor, en no molestar ni ser molestados pero inevitablemente estamos abocados a despojarnos de esta suma de carne y huesos.

Manolo Marrero y yo compartíamos la proximidad de nuestras sillas en la mesa que reúne mes a mes a tantos contertulios. Esquinados y cerca de las puertas,-por aquello del humo de cigarrillos-, nos divertíamos en la complicidad de nuestras vivencias de niños en nuestro Puerto querido, en los años adolescentes futboleros y en el reencuentro, tantos años ha, en la tertulia que hoy lleva su nombre. Bromeábamos con mi identidad palestina y canaria y así llenábamos ese intransigente silencio inicial de los encuentros.

Sabía, por esa condición de médico, que los días iban demasiado deprisa y el irrefenable parón estaba muy cerca. Más no por ello, ni él ni yo regateamos la  alegría del encuentro en aquella habitación plena del calor de sus seres más queridos.

¿Con qué se puede llenar la ausencia? No merece la pena el intento de colmar un agujero negro, antes al contrario, nos atrae con esa fuerza imantada del afecto y nos entregamos sin resistencia a los momentos del recuerdo más querido.

Que sepas, mi querido Manolillo, de mi leal amistad, de mi sincero sentimiento de cariño envejecido por el tiempo, acunado y acrecentado en el fuego de tantas tertulias.
Aquellos arrebatadores "incisos" se hicieron entre nosotros como una majadería de lo más simpático y queda como banderín de enganche de solemne juramento de los viejos y nuevos tertulianos.

Hace años que la crisis económica en la que estamos instalados no permitió los encuentros del treinta y uno de diciembre, aquellos cócteles de magnífico gusto que reunía a tropecientas personas.

Convendría que de ser el estómago una víscera agradecida te diera las gracias pero no es el aparato gástrico quién se acerca a tu memoria sino el cerebro y el corazón de quienes, como yo, invocamos los mejores momentos compartidos en el más puro ejercicio de memoria.

La silla de la esquina está vacía como tantas y tantas que lo estarán en estos días entrañables en tantas otras mesas.
Sin embargo, me atrevo a brindar por ti, por lo vivido y por lo que nos reste de estar en este jueves.

Que no nos amarguen los recuerdos. Conviene discernir qué tiempo pasado hay que dejar atrás y cual no. Hoy esbozo una sonrisa.
Si, una sonrisa, poniendo la memoria y el afecto en los momentos vividos, recordándote amigo mío, Manolo Marrero.








jueves, 12 de junio de 2014

MENUDO PREGÓN DEL PREGONERO




Me pregunto si realmente el debate público está centrado en la extracciones de petróleo o si lo que nos tiene soliviantados es la conducta hierática, alexitímica, y carente de cualquier sesgo de moderación que exhibe el virrey de los faycanes.

Los dedos vuelan apresuradamente al teclado recabando de la memoria los últimos acontecimiento vividos en nuestras platanarias islas. La Iglesia da para todo. Cobijo al pecador, comida al hambriento y techo a los pregoneros. La sombra de una ermita cerrada no es el palacio del Divino. Dios está afuera.

No caeré en la tentación quijostesca de topar con la sagrada institución, antes al contrario, iré de frente contra sus administradores que han permitido en tan pequeño santuario, dar amparo a la soberbia y a la prepotencia. No es evangélico ni angelical ni de recibo tan esperpéntica cobertura.

La ceremonia de la confusión a la que asistimos con el denostado, odiado, pero requerido petróleo, evidencia las fuerzas de poder y contrapoder. No puede ser, por claramente contradictorio, que se autoricen prospecciones en las costas canarias y lo otro en mares levantinos y mediterráneos. Ni es de recibo la forma de proceder.

Las parejas de hecho tienen estas consecuencias. El amor jurado tiempo atrás no solo no es eterno sino que además arquea las cejas y frunce el ceño a fin de elicitar una mirada de mayor suspicacia, rayana en la paranoia.¡Que queda de aquellos juramentos proclamando la unidad en el gobierno! ¡qué se dijeron para llegar a estos desencuentros con las graves consecuencias que provocan en los administrados! ¡Oh tempo, oh mores!


Dónde dije Digo digo Diego. Cada cual levanta la tropa en contra del otro. Ninguno merece credibilidad ni tampoco la nueva relación de pareja que mucho dijo entonces y ahora lo contrario. Este mareante oleaje, vaivén de oscuras y tendenciosas maneras de proceder, no se calma ni en el Mar Muerto. Hoy por ti, mañana por mí. Perro no come carne de perro.

¿A quién o quienes hemos de mirar que enarbole la honestidad de conciencia, de actuar conforme a su pensamiento e ideales, que ofrezca diálogo por encima de todo?

Lo que me parece claro es que la razón, como siempre, es una sartén de doble mango. Todos queremos petróleo pero no que se extraiga en nuestra casa, y ciertamente, no es un dislate pensar que obtenerlo en nuestras costas, en el hipotético caso de un vertido, se llevaría nuestra primera industria al garete. Pero para eso tenemos al jefe de industria, para velar, ahora sí, como las cabras, por nuestras doradas playas y azules mares. "Ojos que te vieron dir, puerto franco...." que diría el emigrante abrazado al palo mayor del bergantín.

Pero, aún estando en contra de las prospecciones en nuestras costas,- quiérase o no, son nuestras costas-, me pregunto si realmente el debate público está centrado en la extracciones de petróleo o si  lo que nos tiene soliviantados es la conducta hierática, alexitímica, y carente de cualquier sesgo de moderación que exhibe el virrey de los faycanes sito en Madrid, la contradictoria conducta ante el mismo asunto y el desprecio con que nos trata.
Si el vecino marroquí extrae petróleo de la misma bolsa, ¿no será cierto el mismo peligro?

No hay nada nuevo para quienes tuvimos el fraude del afecto con que nos obsequió el homúnculo humanoide. El perdón es la peor bofetada que se le puede dar a la altivez, y públicamente está perdonada su estúpida conducta, tiempo ha. Más la reiteración debe ser detenida.


Exigimos de quienes detenten el poder de administrar que estén tan próximos a los administrados que sean de la misma esencia, que exhalen las mismas feromonas. Y por más perfume que le echen es imposible evitar la fetidez del alma de aquel que, de tenerla, desprecia de manera inmisericorde a quienes no comulgan con su delirante convicción conductual.

La supervivencia exige que dotemos a nuestros descendientes de la mayor protección posible. Algunos miran para su círculo íntimo y abandonan a todo lo que no sea su entorno personal.

Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir. Dicho está que nadie es profeta en su tierra; de ahí a sacudir el polvo de sus sandalias en la cara de los canarios es harina de otro costal.

Menudo pregón es el pregonero.
Más alto es un poste y lo mean los perros.





domingo, 8 de junio de 2014

PRIMUM VIVERE, DEINDE PHILOSOPHARI

Publicado en El diario.es/Canariasahora
Publicado en LA PROVINCIA

La dinámica actual no parece permitirnos distraer un valioso minuto dedicado a la reflexión. La vorágine en la que estamos instalados, los modernos medios de comunicación, la era digital, los silenciosos mensajes a través del teléfono móvil y otros tantos nos alejan del calor humano, de la escucha de la voz amiga, del tiempo del café, de las sobremesas o de las tertulias bajo alguna nube exhalada por boca del placer.

No hay tiempo para casi nada pero aún así habrá que aprender a extraer ese período tan valioso para el contacto, para la reflexión. Los pequeños tienen prisa por ser mayores y los mayores entorpecemos nuestro tiempo en mirarnos el ombligo pensando que seguimos tiesos como robles. 

Nos hemos instalados en la locura, dicho sin ánimo de ofender. Vivimos de zarpazos en zarpazos.

La abdicación de nuestro Rey Juan Carlos I y su propuesta de ceder el trono a su hijo don Felipe ha llevado aparejado ríos de tinta, y los que queden por ver. Y para todo pedimos explicaciones, incluso más, las exigimos. Queremos una relación causal que nos aclare el entendimiento. Francamente,-dicho sin segundas-, si abdica es porque puede hacerlo ¿alguien podría evitarlo? Es evidente lo personalísimo del acto. Se va don Juan Carlos y otro vendrá.

El dilema que subraya esta situación es la puesta en escena del modelo de jefatura del estado, monarquía vs. república. ¿Y estas prisas? ¿Cual es la más barata? Estamos de mudanza y ocurre con bastante frecuencia que se hace cierto aquello de "cambiemos todo para que todo siga igual".

Todo es corruptible salvo el brazo de santa teresa, al menos eso dicen. No conozco ningún régimen que sea eterno porque, por obvias razones, ninguno lo podemos vivir. Y así estamos de parche en parche; observese que la ocupación de los diputados es legislar. Tenemos a la diosa de la constitución pariendo artículos todos los días y no se cansan. Poca utilidad cuando se precisan tan largas explicaciones.

Lo importante y lo urgente deben marcarse en cuanto a escalas. La urgencia de resolver los penosos casos de pobreza, de hambre, de malnutrición infantil, el acceso a la vivienda digna y al trabajo, a la sanidad  y a una educación universal es absolutamente prioritario. No debemos seguir hablando del hambre señalando a terceros. Es asunto que nos concierne a todos, especialmente a los que administran nuestros dineros que para eso hemos depositado nuestros impuestos directos, indirectos y medio-pensionistas en el talego de Hacienda,-diz que somos todos-.

Los lunes caritativos y limosneros debieron dejar paso a la distribución justa de la riqueza, a la administración honesta del caudal público. No me parece justo amenazar con que pague el que más tiene porque a tenor del esfuerzo con que se consiguió no es de recibo que venga el Robin Hood de turno a hacer de las suyas. Prefiero que se fije el modelo de adquisición y dejar en paz a quienes lo han trabajado bien. Lo que se posea como producto de loterías, de estafas, de corrupción o de fraude, de andares por el filo de la navaja legal, que paguen conforme a la regla de la proporcionalidad. Miremos con respeto el trabajo de nuestros antecesores y no echemos a perder el sudor de generaciones con impuestos sucesorios absolutamente voraces.

La clase media languidece y de manera inquietante no atisbo el menor deseo de que se forje de nuevo esta maltrecha capa social. Reside en ella la capacidad de ahorro, de trabajo de la pequeña y mediana empresa, y es muy grave finiquitarla con impuestos y gravando cualquier movimiento dinerario. El dinero es tan cobarde como las gallinas. El que lo tiene lo guarda en el colchón y la inteligencia suprema de nuestros políticos apunta al estrangulamiento de la clase media y apuntala a las más altas despojando a la de peor condición,-económicamente débiles que se diría en época anterior-.

He visto implorar un puesto de trabajo, un plato de comida, un vaso de leche para los niños, y usted también asiste a este deplorable espectáculo. Se nos va la humanidad con los nuestros y con los que viene de tierras empantanadas de sangre y moscas. 

El poder ha sido conferido por los votos a nuestros representantes. Hemos creído en ellos y en su capacidad y honestidad. ¿Qué han hecho? Me da exactamente igual los de uno u otro color, reitero la pregunta.

Mi buen amigo el majorero Domingo Saavedra me pide opinión sobre las recientes elecciones europeas. Quizás convenga reflexionar sobre nuestros propios mocos y luchar por transformar nuestro modelo de pensamiento hacia la capacidad crítica y de razonamiento.

Me importa si las elecciones las gana éste o aquél,  si se va el Rey, si viene Felipe VI o si queremos una República. Si que me importa pero es un deber imperativo exterminar la mísera condición de pobreza y hambre de nuestros congéneres,- incluidos los que saltan las vallas de la verguenza o están al otro lado de la misma-. antes que nada, prioritariamente, urgentemente.
Para esto se ha presentado usted, distinguido político, y es su deber arreglarlo. Si no sabe o no puede, sea honesto y lárguese con viento fresco y sin prebendas. ¿Y aún se preguntan por la razón del desafecto?
"Primum vivere, deinde philosophari"





PALESTINA