El Guadiana tiene un trayecto por el que se
hunde o asoma. El camino de la Vida
de cada cual se hunde o emerge en constantes aperturas y cierres de sus propias
páginas.
Hasta en el sentido del recorrido
tenemos en común con la Vida
que es único, siempre adelante, nunca retrocede. Unas veces lleno de aguas
cristalinas, otras sediento de su propia agua, tumultuoso, amable, rinde tantas
caras como estados de ánimo tenga su contenido.
La agobiante reiteración del
vocablo “crisis” ha terminado por carecer de sentido. No se puede perpetuar en
el tiempo sin traicionar su propio significado.
La situación que vivimos a nivel
socio-económico es tal y no crisis, es
un estado de las cosas. No estamos atravesando una situación de ruptura, ya se
rompió hace años y mantenemos una dinámica de constante caída. Es lo que debe
acontecer cuando la expansión toca techo,- e indefectiblemente tiene límite-. Es
necesario el decrecimiento.
Hay ejemplos de vacas gordas y
flacas, de épocas pasadas, de las siete plagas, de inscripciones en piedra
discrepando de la juventud de hace tres mil años y no aceptamos que somos los
mismos de aquellos tiempos, incapaces de aprender de nuestros errores, de no
saber verlos, y situarnos reiteradamente en
las maravillas del mundo como paradigma del pasado. Conviene pues leer
nuestro pasado para percatarnos de que esto es más de lo mismo, de nuestro paso
cíclico por la dimensión del tiempo y
del espacio.
Siendo cierto que “un santo
triste es un triste santo”, una sociedad triste es una triste sociedad. La tristeza emerge como consecuencia de la
frustración. No es precisamente alegrías lo que nos depara el comportamiento
social si la estudiamos por estratos; desde aquel que asume el poder por métodos tan repugnantes
como la reiterada oferta mentirosa de quién sabe que no tiene nada que ofrecer
hasta la más doliente de quienes no tienen pan para tanta hambre, los escalones
aumentan su altura en el esperpéntico ejercicio de insuflar aire al acordeón
social. Y los brazos que abren y cierran la sociedad, acercándonos o
alejándonos, tienen una enorme fuerza pero carecen de la autoridad conferida
por el conocimiento.
Corresponde a todos, y no
solamente a los que se tienen por designados, realizar el ejercicio de decrecer
la altura de los escalones sociales, buscar la igualdad de oportunidades,
aliviar tanto dolor. Y en ello debemos estar todos. Cada cual con sus recursos,
estimulando el movimiento del dinero, no para crecer exponencial y
equivocadamente sino para que no huela mal en su jaula. Hay que airearlo.
Esta situación de decrecimiento
económico debe tener como contrapartida el crecimiento de los auténticos
valores humanos y simultáneamente mover las aguas dinerarias. Las aguas
estancadas huelen muy mal, se corrompen. El dinero va y viene pero paraliza la
economía si no se mueve.
¿Qué sería de nuestros riñones si
no tuvieran nada que filtrar? Indudablemente se pararían. Tal sucede con la
economía.
El miedo es el síntoma capital de
la ansiedad, y nuestra sociedad está enferma de un trastorno del estado de
ánimo que se mece con la ansiedad, la depresión. Estamos tristes y con mucho
miedo, y criticamos con dureza que haya fiestas en el pueblo, estadios llenos
de gente. No quiero ni pensar como estaría una sociedad con estadios vacíos,
sin fiestas del lugar ni boleros que cantar.
Es necesario arrinconar tanto
miedo, hacerlo desaparecer, luchar por una sociedad mejor, justa, aminorando
los desajustes graves, infundiendo fuerza y energía positiva, gritando aquel
simpático lema in crescendo,” somos gente pacífica y no nos gusta gritar”.
El río y la Vida tienen un trayecto con
punto de destino, unas veces con cauces ocultos, otros a la luz.
Importa mucho que quienes asumen
la responsabilidad de administrar lo público tengan la laureada de los vencedores romanos y la
frase continua del portador de la corona,
“recuerda hombre que eres
mortal”.
Importa mucho que la aceptación
de la herencia en política no sea a beneficio de inventario, es una aceptación
pura y simple del caudal relicto y por ende, de lo bueno y de lo malo con todas
sus consecuencias.
Importa mucho que el dinero se
mueva, que se pierda el miedo y se actúe con la debida prudencia, que los
políticos abandonen las majaderías de miles y
miles de normas que atenazan y esclavizan a los que dicen servir.
Importa mucho el valor de la
honradez, de la honestidad de la conducta, que no es otra que actuar acorde con
lo que se piensa,-espero que para bien desde luego-.
Importa mucho la Justicia , la incansable
búsqueda de su acción y no continuar manchándola con conductas alejadas de la
moral, ética y deontología cuando no de actuaciones delictivas.
Importa mucho que no cercenen el
crecimiento intelectual, la adquisición de conocimientos. Es la esperanza del
linaje humano y del planeta Tierra.
Importa mucho que cuando seamos
presa de la enfermedad tengamos encuentros con la Humanidad y la Ciencia.
Todo cuanto se oculta, sea río o
etapas de la Vida ,
finalmente emerge a la Luz. La
Verdad siempre dura un instante más.
Estamos en una etapa dura pero
habrá que caminar en el único sentido posible, hacia delante, y tener presente
que “rico no es quién más tiene sino quién menos necesita”
Otro gallo nos cantaría de haber
crecido con mesura y discreción, abandonando la ambición y la codicia. Se puede
terminar viviendo esclavo de cuanto
posees y a la hora de desembocar nos llevamos lo que somos no lo que tenemos.
Hay que cortar lo innecesario e
inútil sin dañar a los más desfavorecidos. ¿Quién recorta el pelo al peluquero?
La respuesta está en nuestras manos.
Publicado en el Independiente de Canarias
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