jueves, 21 de febrero de 2013

SERAFIN GARCÍA ZUMBADO, SEÑOR

IN MEMORIAM

¡¡HOY, 21 DE FEBRERO DE 2013,  MUY PRESENTE EN MI MEMORIA,SERAFÍN, MI SABIO E ILUSTRE LETRADO Y AMIGO!!
La cualidad esencial que anhela un ser doliente es la comprensión, llegar al convencimiento que cuanto se diga está perfectamente entendido y que quién exponga el problema sepa que se está en perfecta sintonía con él.

Parece cosa baladí pero muy lejos de ser tal es la clave de la sensibilidad humana, el sentimiento que más acerca a dos personas que se encuentran para resolver un problema en el que predomina la angustia.

Sumido en la desesperación, anhelante de Justicia y de encontrar la persona que sea capaz de comprender y además de proponer soluciones para un serio y grave conflicto acudimos a ese profesional que, traspasando las fronteras de la relevante posición de Letrado rebasa los límites de la cercanía y proximidad y transduce cuanto se le expone.
Bien digo, transduce y no traduce, convierte un sentimiento etéreo en la física misma y genera emoción.

Mi querido amigo y sabio Letrado, supiste transducir mis quejas y dar paz al desasosiego de mis dudas y ansias de dejar las cosas vistas para que decida sobre ellas quién para ello esté preparado. Pero lo inmensamente relevante es llenarte de aquellas quejas y asimilarlas como tuyas, discriminar de manera que no cupiera un guiño a la falsedad.

La sabiduría es consustancial a la largura del entendimiento, conocimiento y justa discriminación, al sentido de lo moralmente bueno y malo, al lazo de  la ética  y de la deontología del ajuste a las normas imperativas en la profesión.

La paz que genera la rectitud del quehacer diario es inconmensurable, incluida la finta  pícara de quién regatea con la experiencia y eterna juventud conjugadas.

Bastó solamente un tiempo rápido, el guiño de un gesto en la amplia sonrisa de los ojos azules que anoche vi como dejaban su brillo, ineludible realidad para abrir la mirada a la otra manera de ser y de estar para que se estableciera una relación sólida, leal y exenta de cualquier interés que no fuera lo legítimo.

Conocí bien tu lucha y me hiciste saber tus dudas, las preguntas que se reiteran en la sombra del debate de la vida, del encuentro sorpresivo de la enfermedad y la pregunta constante de la razón por la que la vida te juega estas malas pasadas.

Tú y yo hablamos sin palabras, y cuando las hubo, con ella, con tu Antoñita, nuestra Antoñona presente,  a tu lado, siempre a tu lado, la respuesta a tus preguntas era invariablemente “te veo muy bien”, como si no supiéramos a quién iba dirigida la esperanza y el consuelo.

Cruzabas las piernas y llevabas tu mano al ala de la nariz en un gesto que te acompañó hasta el final. Y tu mano siempre buscó la de tu compañera y ambos las entrelazaban con esa adorable sonrisa de ella, su compasivo y tierno gesto, lleno de caricias que socarronamente respondías con tus  genialidades.

Has sido  abogado veinticuatro horas al día y bien claro me lo dijiste, abriste tus manos a cualquier sugerencia a la hora que fuere, jamás hubo un regate ni una queja, antes al contrario, expectante y presto por completo, en tiempo y espacio. Y hasta tu deseo de no causar molestias, con gratitudes reiteradas por mi presencia en la intimidad de tu hogar, encontró el eco de tu propia respuesta: también yo soy médico las veinticuatro horas del día.

Y nunca supe si mi gratitud fue suficiente pero me bastó la última mirada  y la frase que me regalaste: “¿Serafín, preguntó ella,  sabes quién está aquí? Mi amigo y sabio doctor”, dijiste. Me quedo con estas palabras hasta el fin de mis días pues si grande fue la distinción de la que me hiciste gala ha sido inmenso el alivio y consuelo de tu entrega hacia mi causa como profesional y amigo.
Y tu compañera, tierna y amable, sujeta a la esperanza siempre, y firme en su posición de fe, en la propuesta permanente de una esposa ejemplar, a tu lado. Por ella bebiste los vientos y el amor más tierno cumplió la cincuentena de casados y muchos más.
El  Amor te acoge benigno en su inmenso e infinito Paraíso.
No fue casualidad, hubo una causalidad para que nuestras vidas se cruzaran.
“Tienes la obligación ética y moral de defenderla ” y sólo era necesario encontrarte y dejar en tus manos la noble tarea.

Hoy te acompañan en la tarea de un hasta más ver cientos de oraciones monacales guiadas seguramente por nuestro buen amigo el Fraile bueno de Alpandeire, aquel cuya estampa llevaste en el bolsillo de la solapa hábilmente colado por las manos de Antoñita. Ella, siempre ella.

Aún habrá quién pregunte ¿Qué edad tenía? Y habrá que responder: La edad de la sabiduría , de la bonhomía, de la Paz engendrada en el corazón bueno. Vete tranquilo, mi querido amigo y sabio abogado. Todo está en orden. Hay brazos que proseguirán tu tarea. Buscaremos consuelo en tus recuerdos, hombre bueno y generoso. Todo un caballero, todo un señor.



Carlos



Publicado en:
CANARIAS7. PAG. 55 EDICION DEL 18/07/2012


PALESTINA