¿Estado Central?
De bordones a prima
Por Carlos Juma
Parece que todo invita al
desasosiego. La inquietud que se desprende desde la tarima del poder y que los
mensajeros de las noticias nos hacen llegar, nos tienen en vilo. Hay una manera de estar quietos pero esa viene sola.
En los habituales
corrillos de reunión se tocan los puntos de charla tal que los dedos
acariciando una guitarra. Saltamos de los bordones a la prima en mágicos arpegios. Desde la
discusión de monarquía vs. república, a la reconversión del Estado en uno
Central. Todos somos economistas, antes seleccionadores de fútbol. ¡Cómo cambian los tiempos!
Básicamente, se está planteando la conveniencia de un
estado menos estado, adelgazarlo, y que la iniciativa privada asuma un
importante y preponderante papel. Voces como la de la presidenta de la comunidad de
Madrid dejan ver claramente una posición que comparten muchos españoles, y que no conviene desdeñar, el adelgazamiento
e incluso desaparición de las autonomías.
Sin entrar en detalle
en este interesante debate, cabe considerar, como premisa, si realmente este
estado de las autonomias lo es a causa de la ambición política de Cataluña
y País Vasco principalmente o si surgió como una manera de desdeñar todo lo
anterior.
Sigo pensando en la
misma tesis de que se pretendió articular un modelo de estado de arriba a abajo
para satisfacción de las "nacionalidades históricas", café para dos y
descafeínado para el resto. España ni es un estado federal ni es centralista.
Inventamos "el modelo de las autonomías".
Evidentemente es
irrazonable que, asuntos de turismo, por ejemplo, sean dirigidos en ayuntamientos, diputaciones/cabildos, autonomías y gobierno
central. En esta época de vacas flacas no queda otra que aligerar la carga
fiscal y para ello apretar dónde más se gasta.¿ Se podría calcular cuanto
dinero nos ahorraríamos de desaparecer los gobiernos y parlamentos autonómicos,
y ese interminable número de concejalías ? ¿Sería necesaria la práctica
desaparición de la Ley
de Dependencia, las conquistas sanitarias y educacionales, laborales, etc.?
Probablemente, no. Mantendríamos las conquistas sociales de estos últimos
decenios.
En la era de Internet,
de la inmediatez, de la gestión informatizada, ¿que razón de ser tiene tanto
acercamiento de la administración al ciudadano si éste, sentado en su casa,
puede gestionar cualquier asunto? ¿No
sería mejor proporcionar medios para que las relaciones mediante certificado
digital o DNI electrónico asumieran el rol que corresponde en esta época?
El modelo de estado
debe ser tal, que la administración no tenga que estar subiendo y bajando en
faraónicos edificios, papeletas, cartas, oficios, etc. Se deja al descubierto
que no le interesa a quienes son profesionales de la política. Quedarían vacíos
de contenido y de continente aunque realmente de contenido poco hay y mucho de continente de
florero.
No se trataría de
volver atrás, entre otras cosas porque es imposible, sino de ajustarse a los
tiempos modernos. Cabría preguntarse si realmente nos daríamos una Constitución
como la actual si tuviéramos que hacerla de nuevo, en la era de la inmediatez. ¿Qué
o quienes nos lo impedirían?
No se trata de
concesiones políticas; estamos en tiempos de pragmatismo, y se trata de evitar
lesionar por encima de todo a quienes han dejado su vida en el trabajo para que
ahora vengan estos mindunguis, me da exactamente igual el partido político que
sea, a imponer el repago sanitario, los
gravísmos recortes en dependencia, el aumento de tramos fisclaes, la
amnistía fiscal a los chorizos, y que clames a la Justicia su exasperante
lentitud. Por citar algunos
ejemplos.
¿Estarían dispuestos los políticos autonómicos a prescindir de la erótica del poder e irse a sus casa con viento fresco? Dígamelo usted, mismamente.