
Las risitas del ministro Montoro
han dado pie a muchos comentarios
poniéndolo a caldo; parece ser que la ha
modificado por un rictus cadavérico que es lo que mejor se aproxima a su
impertinente conducta.
Los ojos del ministro de Economía
siguen a su generosa extremidad cefálica con la mirada divergente, dirigido uno
a París y otro a Berlín. Esta bien visto en los círculos europeos como
corresponde al que fue delegado de Lehman y Bros,- el punto inicial de la
crisis financiera-, para España y
Portugal. Zorros cuidando gallinas.
La ticosa actitud de asomar los
ojos por encima de las gafas cortas se interpreta como desafiante, de falsa
intelectualidad, pretendiendo mostrar a
la audiencia su poderío. La hemos visto reiteradamente en el exministro
de Economía, Sr. Rato. Resonaban entonces los campanazos acompasados por la amplia sonrisa de
satisfacción en el parqué madrileño.
La siseante, silábica expresión,
del que fuera Jefe de la
Justicia española sintiéndose víctima de la situación que él
mismo provocó, se adhiere como sello al papel, en la cara amímica, inexpresiva,
susceptible de buenas dosis de levodopa. Marmórea pues la facies para solicitar
una indemnización que dice la norma,- no precisamente la Duval-, le corresponde.
Algo más de doscientos mil euros de vellón a los que no se descuentan las
tropelías de uso y disfrute en los fines de semana andalusíes. Tiene derecho,
dice el que le sucede, risa en facies, ¡no hay más hoja que mascar!
Los desempleados que acuden al
llamado,- que chiste-, Instituto Nacional de Empleo, se encuentran derechos
recortados, mayores trabas para recabar lo que en justicia les corresponde,
duración de prestación menoscabada. Su expresión facial es compatible con la
angustia, desazón, tristeza.
Los hambrientos y sedientos de
nuestra opulenta sociedad aumentan día a día, y sus ojos hundidos en un cráneo
harto de rumiar obsesivamente la idea de cómo salvar su situación personal y
familiar, se acurrucan en lentas bajadas de sus párpados.
Maestros, cuna del saber y
entender, padres de la noble adquisición de conocimientos, repateados en sus
derechos, acuden, más allá de su deber, a la tarea de doblar esfuerzos con la
rebaja de su salario.
La gente de ciencia e
investigación magníficamente preparada para la vida profesional se busca la
vida allende de nuestras ¿fronteras?
Tu médico, quién te atiende y
comparte tus inimaginables zonas erróneas, quién ha sido tu confidente, tu
colaborador en la sanación o quién te alivia y consuela, también se va; hay que
recortar gastos, no importa quién sino cuanto. Pero por si fuera de su interés,
aquellos que aún perviven, han visto sus ingresos recortados en un veinticinco
por ciento. Les puede más el sentido de la responsabilidad que la dignidad de
una recompensa salarial justa. Y el Rey se la recorta en un siete por ciento,
¡manda trillos!
Quienes sostienen la estructura
administrativa del Estado, los funcionarios, que han dejado sus pestañas en
oposiciones, ahora en lo alto del cadalso, ven vaciarse sus bolsillos y escuchan la
manida frase de “estos no dan palo al agua”. Injusta aseveración por
generalizada.
Pensionista abuelos que abandonan
la jubilación para abrazar nuevamente responsabilidades familiares con hijos,
nieto y adláteres, al borde de morir desangrados económicamente, reviviendo
épocas de luces de carburo, pendientes de estirar “los euros del café”,
malviven con la zozobra de que en cualquier momento se vea recortada o
desaparecida aún más su pensión legítimamente ganada a lo largo de una vida
laboral en la que se ha dado lo mejor de sus años.
Por estas y muchas más, aquellos,
pedúnculos vividores profesionales de la política que se reproducen por
gemación y se propagan como hongos, deben ser sometidos a la Justicia , no a esta que
primero espera a escuchar lo que dice “el tío de la campana” en el Congreso de
los Diputados sino a la que es Universal porque lo que se está cometiendo es un
delito de lesa humanidad, así, tal cual.
¿Cómo se va a tipificar a quienes
llevan a la miseria y hambre, a la exclusión social, a la desprotección
sanitaria, a la carencia de educación, al cierre de puertas de la Universidad , a los
protectores de banqueros, a los que cobran dietas inmisericordes, a los que
protegen a los golfos y mandantes y les dan sillas de poder? ¿Qué Justicia nos
asegura la que está sujeta al popular y gallardo ministro?
La culpa de esta situación no es
de quienes la padecen; los que nos han metido en este estado de cosas tienen
nombre y apellidos. El “yo pasaba por
allí” de los responsables debe dejar paso a la acción de la Justicia Justa , Rápida y
Eficaz, que no permita que los malos
funcionarios metan expedientes en cajones para que caduquen o prescriban en la
memoria. El pueblo soberano es quién te pone y te quita y no conviene
arrancarle pelos al gorila.
Eructando se alivia un estómago
lleno de gases. Se le acaba el flatulento opio a la casta política. España no
funciona, amigo mío. “Mala cosa es tener mucha razón dónde hay poca Justicia”